70 Recetas Para Triunfar En La Vida – Parte III

Setenta Recetas Para Adquirir Una Gran Personalidad Y Triunfar En La Vida – Parte III
Por D. Schwartz

70 Recetas Para Triunfar En La Vida – Parte II

21- Invierta en si mismo: El mejor modo de gastar es ahorrar. Invierta en educación, en instruirse cada día mas, en conseguir ideas nuevas, en presentarse mejor. En planear lo que hace. Dedique un rato de cada día para formarse: leyendo, meditando, consultando, examinando las razones de sus fracasos, lo planes para triunfar el como tratar mejor a los demás, etc. Ese rato puede ser su mejor inversión para el futuro.

22- Cúrese de la excusitis: La gente fracasada sufre de una enfermedad, pensamientos apagados: excusitis. Cuanto más afortunada es una persona menos excusas busca para decir que el fracaso es muy probable.

Las personas mediocres buscan muchas razones para excusarse por lo que no hacen. Las personas prósperas echan fuera las excusas que les podrían invitar a no actuar. Beethoven habría podido excusarse en su sordera para no componer música. John Milton podía excusarse en su ceguera para no escribir poesías. Marco Fidel Suárez podía excusarse en su total pobreza y abandono (hijo de una lavandera pobrísima) para no aspirar a ser presidente de la República Colombiana. Bolívar podría excusarse en sus 17 derrotas primeras, para no aspirar a ser el Libertador de América. Pero no admitieron excusas. Creyeron que el éxito era posible de obtener, y lo obtuvieron.

La excusitis es una enfermedad que se agrava si no se ataca. Al principio la víctima de la excusitis se da cuenta de que la "excusa" que le mueve a no hacer para conseguir el éxito, es una mentira. Pero como los pensamientos se fortalecen más a medida que se ven fertilizados por la repetición, la pobre persona llega al fin a convencerse de que sí en verdad esa excusa es la razón de sus fracasos. Y acepta como verdad esa gran falsedad. Por eso, procedimiento numero uno: Vacúnese contra la excusitis, enfermedad de los fracasos.

23- Hay muchas excusas: pero las principales son cuatro:

Mi salud no es buena: Es la razón para que muchas personas no hagan lo que les iba a traer los éxitos que necesitan. Piense en las personalidades que podían usar estas excusas para no actuar y no las usaron. San Pablo sufría de paludismo y nadie lo detenía en sus grandes actividades por extender la religión. Pasteur tenía medio lado casi paralizado, y no descansó un momento hasta que logró descubrir las vacunas. San Juan Bosco sufría dolores continuos de cabeza, en las muelas, y sus piernas muy hinchadas, y así fundó cuarenta colegios. Roosevelt tenía poliomielitis y gobernó la nación más poderosa, los Estados Unidos.

Los médicos dicen: "El tiempo perfecto de salud completa, no existe. Cada uno falla en algo". "Las personas-éxito no se rinden ante estas fallas".

Schlinder escribió uno de los más provechosos y hermosos libros de este siglo: "Como vivir 365 días". Se lo recomendamos. Hace más bien su lectura que tomarse un tratamiento de vitaminas. Y allí dice: “tres de cada cuatro camas en el hospital están ocupadas por personas que padecen IEACE: Inclinación Emocional A Creerse Enfermas". No estarían en el hospital si se hubieran acostumbrado a no hacer caso a la excusa de la mala salud.

Amigo/a: Usted no vive para estar enfermo. Diga como aquel optimista: “Me propongo vivir hasta que me muera. No voy a permitir que la vida y la muerte se mezclen en mí. Mientras viva en esta tierra no me voy a creer muerto". O como aquel mutilado, a quien le cortaron un brazo en la guerra, “más vale tener un solo brazo y vivir contento, que tener dos brazos y vivir siempre triste”. ¡PIENSELO USTED UN LARGO RATO!

Vacunas contra la excusitis de salud:

a) Nunca hable de mala salud. Es una mala costumbre. Mientras más hable de sus achaques, más se le agravan. Y eso aburre a la gente. Lo hace aparecer como centrado en sí mismo. Como un niño viejo. Captará un poquito de compasión pero ninguna admiración. La próxima vez cuando le pregunten: “¿Como está?”, responda alegre, “Muy bien, gracias a Dios”. Eso le hará sentirse más sano, y su pensamiento alegre le fortifica.

b) Agradezca a Dios esa buena salud que usted tiene. No deje para apreciarla cuando ya la haya perdido. Muchos bienes dejaron de recibirse porque no se le agradecieron al buen Dios. “Me sentía triste --decía uno--, por mis zapatos rotos, hasta que vi uno sonriendo y ese no tenía pies”. Mejor que andar quejándose de lo que a su salud le falta, viva agradeciendo la salud que sí tiene. El agradecer a Dios lo que El le ha dado, es una vacuna contra nuevas enfermedades. Piense en el valor inmenso de esos ojos, esos oídos, esos pies, ese cerebro y corazón que usted tiene, y alabará al cielo por los tesoros que le ha regalado!

24- La excusitis de la falta de inteligencia: “Yo no soy tan inteligente, por eso no puedo obtener esos triunfos”.

Esta excusa la decimos en silencio. Casi nunca en público. Pero la aceptamos. Creemos en este mal, por dos razones:

1- Subestimamos nuestro propio poder cerebral.

2- Sobreestimamos el poder cerebral de los que sí triunfan. Nos vendemos a muy bajo precio. Renunciamos a emprender obras importantes porque “eso requiere un poderoso cerebro”, y viene luego otro, que no es más inteligente que nosotros, pero que sí se atreve, que no tiene ese miedo, y hace esas obras y triunfa.

Lo que importa no es cuánta inteligencia tiene usted, sino cómo la emplea. Ojalá vuelva a leer esta frase tan importante.

El sabio Teller decía: “Lo importante para triunfar en el estudio no es tener súper memoria o superinteligencia, sino tener un gran interés y entusiasmo para el estudio”. Interés y entusiasmo. ¡Recuérdelo amigo/a!

Trabajar, proyectar, perseverar, sin desanimarse trae más premios que tener una poderosa inteligencia, pero no atreverse a actuar. Porque la constancia es el 95% de lo que después se llama habilidad.

No sea usted de esos suicidas que atan todo su poder cerebral en averiguar ¿por qué y cómo se puede fracasar?

Tienen la misma inteligencia que los demás, pero no se atreven a hacer uso de su inteligencia.

Uno no es más porque es más inteligente, sino porque hace trabajar más la inteligencia que tiene.

Remedios: Nunca crea que usted vale poco. Nunca crea que los demás valen mucho más que usted. Eso es mentira.

Cuando usted vea a alguien que triunfa, piense en seguida: “El vale mucho. Eso es verdad. Pero yo no valgo menos que él. ¡Bendito sea Dios!”

25- La excusitis de la edad: Usted solamente tiene la edad que cree tener. Algunos creen que pasados los 50 o 60 años ya se acabó la edad de los triunfos. Olvidan que la vejez verdadera no empieza antes de los 80. Hoy la psicología divide la vida humana así: Niñez hasta los 12 años; juventud hasta los 25; edad adulta de 25 a 50; y edad madura (madurez, lo mejor de la vida) desde los 50 a los 70.

Piense en los que obtuvieron grandes éxitos después de los 60. Juan XXIII fue Papa a los 80, y qué gran Pontífice. León XIII escribió el más famoso documento en favor de los obreros a los 90 años. Adenauer levantó a Alemania de su máxima miseria a superpotencia mundial, cuando él ya tenía 70 años. Churchill ganó la Segunda Guerra Mundial, cuando ya había cumplido 70.

Recuerde: Usted sólo tiene la edad que cree tener. Créase joven y se sentirá joven y actuará como joven. Solamente será demasiado tarde cuando usted piense que ya es demasiado tarde para dedicarse a actuar.

26- Excusitis de la suerte: Fulano sí triunfó porque tuvo suerte, en cambio yo...

Suerte no es, en el mayor número de los casos, sino trabajo cuidadosamente planeado y pacientemente ejecutado. Esa es la “suerte” que ha hecho triunfar al Vaticano, a la General Motors, al Kremlin, y a esas grandes compañías que usted conoce.

No busque usted suerte en los que triunfan. Busque las causas que han producido ese buen efecto: preparación, planeación, optimismo, lucha. Tuvieron contrariedades pero no hicieron como el fracasado que desiste ante la dificultad. Ellos las aprovecharon para aprender, y no se desanimaron ni desistieron.

27- No sueñe en éxitos conseguidos sin esfuerzo. El éxito llega haciendo cosas. Desarrollando aquellas cualidades que Dios nos dio. No basta con desear triunfar. Hay que hacer todo lo posible por conseguirlo. “Un hombre no es más que otro, si no hace más que otro” (Cervantes).

28- Destruya el miedo: El temor es el enemigo número uno de su éxito. Le impide aprovechar las oportunidades de triunfar. El miedo causa enfermedad de triunfar e impide hacer aquello que iba a obtener el triunfo.

Al miedo lo destruye la confianza. Y toda confianza es adquirida. Nadie nace con confianza. Usted consigue confianza haciendo cosas que van contra lo que usted teme.

David venció a Goliat porque tuvo confianza: en sí mismo y en la ayuda de Dios.

29- La acción cura el miedo. La indecisión y el aplazamiento lo hacen crecer. Anote esto en sus apuntes: “La acción cura el miedo”. Hable con esa persona que usted teme tratar. Verá que es menos difícil de lo que usted se imaginaba.

¿Tiene temor por su apariencia? Vístase mejor.

¿Temor a un examen? Gaste en estudiar el tiempo que gasta en inquietarse.

¿Temor a cosas que no están bajo su control? Desyerbe el jardín, vaya al cine, juegue con los niños.

¿Temor a la gente? Recuerde que, aunque los demás valen mucho, usted no vale menos que ninguno de ellos.

30- Deposite pensamientos positivos en el banco de su memoria. Todo el mundo tropieza con situaciones colmadas de estorbos y desalientos. Pero las personas negativas piensan en eso al levantarse, al acostarse y a toda horas. Ponen su habitación mental en ese nido de hormigas que se llaman: los pensamientos tristes y negativos. Eso es como echarle arena al carburador de su automóvil. ¿Cómo quiere marchar bien? Los pensamientos y recuerdos negativos producen un desgaste innecesario, dañan su motor mental, y le traen complejo de inferioridad y frustración.

En cambio las personas positivas buscan a cada momento, pensamientos que les devuelvan la confianza y procuran recordar solamente experiencias placenteras y buenas. Esto les aumenta la salud de su cuerpo y les llena de ánimo y alegría.

70 Recetas Para Triunfar En La Vida – Parte IV

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